Mejor disfrutar que evitar

Recuerdo que un día iba en bicicleta a uno de mis destinos de rutina, el día estaba abrumador, un poco encogido, el frío se hacía presente. El día muy extraño, con sus nubes apunto de reventar. Cuando me volví a casa solo pedí a ese Algo -que no se si está en las alturas o a nuestro lado- que no lloviera, pero en un momento creí “¿Quién soy yo para pedir que no llueva, que el agua no se sienta libre de caer sobre nosotros, un ser insignificante frente a un estado natural que no le pregunta a nadie para presentarse en un día cualquiera?” Mmm, en realidad pensé que soy sólo un Ser que cumple con su rutina diaria, por lo tanto cambié mi petición a un agrado, quise sentir lo exquisita que son las chispas hundiéndose sobre mi rostro, quizás suena una locura, pero creo que disfruté de las agradables y frágiles gotas que sobrepoblaban mi camino. Bueno, cuando llegué a casa, sólo agradecí por ese momento y haber descubierto el lado B de la lluvia, justo en ese momento calló un aguacero del que me salvé y comprendí una sola cosa, que cuando algo no lo puedes evitar, lo único que te queda es hacerlo agradable y disfrutarlo.